Travesías por la Incertidumbre

lunes, 2 de febrero de 2009

La memoria es ese territorio de la imprecisión donde todo debe ser reescrito, todo debe volver a elaborarse a partir de señales equívocas, de elementos robados al tiempo, arrancados a la tierra, capas como capas en un yacimiento arqueológico. Señales débiles que sobreviven a los finales y que adoptan en la narración colectiva – eso que algunos llamas Historia – un lugar que es casi siempre – siempre – una narrativa del deseo, la ilusión última de pertenecer, de que quede algo, de hallar explicaciones, de encontrarse a sí mismo entre las señale, de formar parte de un relato más duradero que incluya lo que fue, lo que es, y lo que debería haber sido.”

La certeza es, al final, un modo absurdo de parapetarse frene a otras certezas que podrían poner en entre dicho nuestras propias certezas. (…) la certeza se aprende: el niño aprende a creer muchas cosas, dice Wittgenstein, y ¿es lícito imponer a los demás un territorio que, en última instancia, no es sino un pacto cultural?”


Con estas dos citas de “La mano de Wittgenstein: la transitoriedad en lo cierto” de Estrella de Diego, empezamos una búsqueda por este personaje que no nos dejó sin asombro. La incertidumbre fue tensada en su vida desde su infancia y luego buscada por él a medida que pasaban los cruentos años de guerra en que vivió, hasta su muerte: -Diles que mi vida fue maravillosa- se despidió como demostrando que ante todos los hechos, pudo tanto creer en el destino como para dejarse llevar como para quebrarle la mano y morir sonriendo.


Este es un espacio que recorre la transitoriedad de lo cierto, y donde la Historia – así, con mayúscula – trastabilla el paso con la incertidumbre.




En la imagen vemos en una orilla Ludwig y en la otra a Adolf. La fotografía fue tomada en la secundaria (Realschule) en Linz, en el año de 1903, el autor se desconoce. Es una foto casual, una foto que en su momento retrataba a varios niños, nada más. Hoy, sin embargo su lectura es otra, la imagen es el documento que relaciona a uno de los filósofos más importantes del siglo XX, Ludwig Wittgenstein, con uno de los personajes más oscuros y despiadados de la historia: Adolf Hitler. Es extraño ver la sombra debajo de la nariz del niño Adolf, parece que fuera el característico bigote que llevó durante todos los años de dictadura y hasta su muerte, ese bigote que hoy nadie pasaría por alto y pocos se atreverían a portar de la misma forma, y sin embargo en la foto sólo vemos a un niño con los brazos cruzados rodeado de otros niños que se acercan a la adolescencia. Es intrigante pensar en las relaciones que pudieron haber tenido o no, y elucubrar sobre el destino de millones de personas al encontrarnos con un documento que reúne en pocos centímetros, a dos personajes que no nos dejan indiferentes.





¿Tuvieron algún contacto, se conocieron, jugaron juntos o pelearon alguna vez?


Lo cierto es que ambos nacieron en 1889, Hitler sólo seis días antes que Wittgenstein. Hay registros de que asistieron a la misma escuela, la Realschule de Linz, entre el año 1903 y el año 1905, sin embargo nunca formaron parte del mismo grupo, pues Wittgenstein iba dos años escolares arriba de Hitler.













El señor Leopold Pötsch, pudo haber tenido una gran influencia en ambos niños ya que fue su profesor de historia, incluso se especula que él puede ser uno de los autores de la fotografía en que vemos a los dos niños. En el libro Individuals, escrito por Strawson en 1958 sobre la infancia de Wittgenstein y Hitler, dice que el profesor fue una enorme influencia en ambos, Hitler siempre fue un aficionado a la historia militar y a la retórica.

En la página 13 del libro “Mi lucha” Hitler describe esta época:

"Es wurde vielleicht bestimmend für mein ganzes späteres Leben, dass mir das Glück einst gerade für Geschichte einen Lehrer gab, der es als einer der ganz wenigen verstand, für Unterricht und Prüfung diesen Gesichtspunkt zum beherrschenden zu machen. In meinem damaligen Professor Dr. Leopold Pötsch an der Realschule zu Linz, war diese Forderung in wahrhaft idealer Weise verkörpert. Ein alter Herr, von ebenso gütigen als aber auch bestimmtem Auftreten, vermochte er besonders durch einblendende Beredsamkeit uns nicht nur zu fesseln, sondern wahrhaft mitzureißen. Noch heute erinnere ich mich mit leiser Rührung an den grauen Mann, der uns im Feuer seiner Darstellung manchmal die Gegenwart vergessen ließ, uns zurückzauberte in vergangene Zeiten und aus dem Nebelschleier der Jahrtausende die trockene geschichtliche Erinnerung zur lebendigen Wirklichkeit formte. Wir saßen dann da, oft zu heller Glut begeistert, mitunter sogar zu Tränen gerührt."


Fue quizá decisivo en mi vida posterior el tener la satisfacción de contar como profesor de Historia a uno de los pocos que la entendían desde este punto de vista, y así la enseñaban. El profesor Leopoldo Pötsch, de la Escuela Profesional de Linz, realizaba este objetivo de manera ideal. Era un hombre entrado en años, pero enérgico. Por esto, y sobre todo por su deslumbrante elocuencia, conseguía no sólo atraer nuestra atención sino imbuirnos de la verdad. Todavía hoy me acuerdo con cariñosa emoción del viejo profesor que, en el calor de sus explicaciones, nos hacía olvidar el presente, nos fascinaba con el pasado y, desde la noche de los tiempos, separaba los áridos acontecimientos para transformarlos en viva realidad.”


Mientras tanto, para Wittgentein quien basó sus teorías filosóficas en que el lenguaje era el sustento y motor de la lógica, la historia y la epistemología (ver: Tractatus Logico-Philosophicus), el profesor Pótsch significó “una ventana que se abría para dejar entrar aires lejanos, llenos de historia y de un lenguaje seductor e inquietante” (WITTGENSTEIN, L., Diarios secretos, Madrid 1998).

Sin embargo, hasta esta este punto, no hay ningún dato contundente, al margen de la imagen, que relacione a los niños durante este período de tiempo. Se sabe que convivieron en el mismo recinto pero no hasta qué punto se relacionaron. Podría acaso imaginar alguno de los niños que aparecen en la fotografía, que uno de sus compañeros de banca sería el promotor de la más cruenta persecución racial y del más despiadado genocidio que se ha conocido en la historia? La respuesta es evidente: nadie podía imaginar algo semejante.



No obstante, es interesante ver cómo Adolf Hitler se refiere a los judíos de Linz, a los que tilda de “Verräter” (“traidores”) por no apoyar la lucha a favor de la “nación” austro-alemana y además prosigue: “Schon in der Schule begann diese Siebung einzutreten“ (“ya en la escuela se empezaba a sentir esa separación”) (HITLER, Adolf, Mein Kampf, p. 11). Cuestiones que nos llevan a pensar que los sentimientos antisemitas empezaron a forjarse durante su estancia en la Realschule de Linz. Sin embargo, su obsesión contra los judíos se va acentuando durante su estancia en Viena. Comentarios como: “Wo immer ich ging, sah ich nun Juden, und je mehr ich sah, um so schärfer sonderten sie sich für das Auge von den anderen Menschen ab.“ Por doquier veía judíos, y, cuanto más los observaba, más se diferenciaban a mis ojos de las demás gentes.” (HITLER, Adolf, Mein Kampf, p. 38)


Pero, ¿por qué razón este rencor hacia los judíos? ¿Pueden explicar las experiencias vividas en el colegio o en el ámbito familiar las causas de ese odio racial?


Un hecho cierto es que Hitler provenía de una familia con recursos limitados, que tenía varios medios hermanos y un padre abusivo y hostil - Alois Hitler-. La familia Hitler vivía en una parcela a 30 millas de Linz. Luego de unos años el padre de Adolf Hitler tuvo problemas económicos muy fuertes a causa del mal uso de sus cultivos. Uno de los hechos más relevantes y que no se encuentra fácilmente documentado es que el padre de Hitler mandó a su hijo mayor, Alois Hitler Jr., a trabajar con una familia acaudalada de la zona. Ahí, el medio hermano de Hitler pasaría varios meses viviendo y trabajando hasta la muerte de su padre. Se afirma también que en más de una ocasión Adolf fue de visita a ver a su hermano e incluso se baraja la posibilidad de que lo sustituyera en las labores durante un período pequeño de tiempo. La familia de origen judío, una de las familias más ricas de Austria es ni más ni menos que la familia Wittgenstein. (Ver: CORNISH, K., The Jew of Linz, Century Hutchinson, Londres. 1998.)







Se sabe que el medio hermano de Hitler dejó la casa de los Wittgenstein y volvió a la finca familiar cuando su padre murió. Curiosamente el año en que muere su padre es el año en que coinciden en la secundaria Wittgenstein y el niño Hitler.

También se sabe que Wittgenstein era un niño de la más alta burguesía y que había sido educado en casa hasta la edad de 14 años. Se dice que cuando Ludwig entra en la secundaria, Adolf está 2 años escolares debajo de él. Es inevitable descubrir lazos entre estos acontecimientos y el antisemitismo de Hitler.

Después de este encuentro hay pocos datos de ambos juntos. Por ejemplo se sabe que Hitler deja sus estudios a los 16 años, mientras que Wittgenstein continúa con ellos y que posteriormente Hitler busca estudiar Bellas Artes en Viena y es rechazado; mientras tanto Wittgenstein inicia sus estudios de ingeniería y posteriormente filosofía, comenzando una larga residencia en Cambridge.




El siguiente contacto entre ambos es igualmente impactante. En el año de 1942, cuando las hermanas de Wittgenstein restantes (3 de sus hermanos se habían suicidado) fueron detenidas por el Tercer Reich, por lo cual Wittgenstein desesperado busca la manera de escribirle una carta a Hitler que hace llegar a través del filósofo Martin Heidegger, quien curiosamente también nace en 1889.

En la misiva, Ludwig Wittgenstein explica a Hitler la desesperada situación en la que se encuentran y le pide su ayuda:

“… lo que se deja expresar, debe ser dicho de forma clara; sobre lo que no se puede hablar es mejor callar: te pido tengas humanidad, sé que no te puedo pedir más que por ellas. Hazlo por la memoria de tu hermano Alois que nunca recibió mal trato por parte de mi familia.”

No se tiene registro de contestación alguna por parte de Hitler, tampoco hay certeza respecto a si intercede realmente o no, pero el hecho es que la familia Wittgenstein debió pagar al régimen nazi 1.7 toneladas en oro correspondiente al 2% del fondo de Austria según las cifras de la época, para lograr la liberación de sus hermanas.























Dos artistas (los hermanos Chapman) compraron las acuarelas de Hitler anónimamente y las alteraron con símbolos hippies. "Si Hitler hubiera sido hippie, qué felices seríamos todos", es el nombre de la muestra. El dictador Nazi fue un pintor frustrado, que entre disparo y disparo se hacía un tiempito para agarrar el pincel. Las pinturas tienen arcos iris, cielos psicodélicos, corazones flotantes y caras sonrientes que decoran los fondos. Las obras tienen un valor actual de 1.3 millones de dólares y se exhiben en la galería White Cube de Londres. Lo que se dice verdaderos vanguardistas. Brindamos por ellos sobre la tumba del Führer (esto último, ¿lo pensé o lo escribí?)



Las claves:
  • Las obras pictóricas fueron pintadas durante la I Guerra Mundial.
  • Permanecieron ocultas durantes 70 años.
  • Esperan sacar 5.000 libras esterlinas por algunas de ellas.
  • Expertos reconocen que "no son muy buenas".

"La gente ha estado llamando por teléfono todos los días acerca de la venta (...), es poco común tener este número de acuarelas de Hitler en una subasta," ha afirmado Ian Morris, subastador en Jefferys.

Un especialista en arte concluyó en 1986 que las firmas parecían auténticas, aunque el patrón de las pinturas no era tan alto como anteriores obras de Hitler, quizás debido al "material y a las condiciones psicológicas."





Hitler, ademas de intentar ser aritsta, como todo buen artista se movia por los bajos fondos y se creia superstar